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lunes, 18 de junio de 2012

Factor motivacional de la Inteligencia

Podemos decir que todo rasgo conductual depende de la motivación.

Podríamos decir que lo que hace el individuo depende de las posibilidades inherentes a la persona y a los fines e impulsos que actúan sobre ella en ese momento.

El concepto general de inteligencia se halla relacionado, en forma definitiva, con la “capacidad” y no con la motivación, o sea con las potencialidades inherentes a la persona.

El fin que proponen las mediciones de la inteligencia es medir la capacidad para la acción inteligente separada de los factores que presentan los factores motivadores. La posibilidad de medir la capacidad intelectual de una persona en un momento dado en forma sustancialmente independiente de la motivación no significa, naturalmente, que el desarrollo de la inteligencia, y aun la capacidad intelectual momentánea real de la persona, sea necesariamente independiente de la motivación.

El procedimiento de los test señala enfáticamente la relación que existe entre la conducta inteligente y la situación motivadora, requiriendo algo que se aproxime al estado óptimo del sujeto durante la aplicación de un test, por ejemplo. En relación a esto, podemos decir que en esta relación entre motivación e inteligencia se pueden distinguir dos problemas: en primer lugar la situación motivadora puede cambiar la capacidad intelectual del individuo en esta situación dada, pero no permanentemente; en segundo lugar, la situación motivadora puede cambiar la capacidad intelectual de la persona en forma permanente, ya sea ejerciendo sobre él una repentina y fuerte influencia, o por existir ciertas situaciones motivadoras durante un largo período, que puedan gradualmente ir dificultando o acelerando el desarrollo de la capacidad de la persona.

Es evidente que el estímulo personal, los intereses, las posibilidades de desarrollo técnico y emocional, contribuyan a aumentar los “motivos” por los cuales uno desarrolla una tarea, considerando que las funciones intelectivas estarán mucho mas alerta despertando mayores grados de registro. Cuando desarrollamos un trabajo, estudio o lectura que nos satisface, nuestro grado de atención aumenta, lo cual nos coloca en un marco de mayores posibilidades de aprendizaje; los valores intelectuales están de alguna manera supeditados
al estímulo que le imprimamos.


Es una fantasía proponer que la inteligencia “virgen” salida de un principio genético absoluto es suficiente para desarrollar esa “potencial” inteligencia apriorística. Los factores culturales, los estímulos y todo aquello vinculado a los afectos, harán de campo propicio para la potenciación de la inteligencia.


Esto se relaciona con otras apreciaciones que he hecho a lo largo de este tiempo en relación a la inteligencia y el medio ambiente. Es indudable que esta inteligencia se desarrolla y estimula a partir de un intercambio sutil y afectivo con el medio; y cuando digo afectivo no me refiero solamente a la caricia, sino que también incluyo el “afecto” frente a una tarea que, si está bien planteada, si el medio que nos rodea es propicio, si las condiciones generales son aptas, esa inteligencia está en su grado máximo de posibilidades.


La relación entre inteligencia y medio es una realidad, y nunca podremos sustraerla de este contexto.

Fuente: Lic. Carlos Allende
Psicólogo evaluador de Mensa Argentina

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